Tú eres esa conciencia, disfrazada de persona.
Cuando quieras que haya silencio a tu alrededor, escúchalo. Esto significa
que, simplemente, has de darte cuenta de él. Préstale atención. Escuchar el
silencio despierta la dimensión de quietud dentro de tí, porque sólo la quietud te
permite ser consciente del silencio.
Observa que en el momento de darte cuenta del silencio que te rodea, no
estás pensando. Eres consciente, pero no piensas.
Cuando te das cuenta del silencio, se produce inmediatamente ese estado de
serena alerta interna.
Estás presente. Has salido de miles de años de condicionamiento colectivo
humano.
Cuando miras un árbol y percibes su quietud, tú mismo te aquietas. Conectas
con él a un nivel muy profundo. Te sientes unido a cualquier cosa que percibes
en y a través de la quietud. Sentir tu unidad de ti mismo con todas las cosas es
verdadero amor.
Presta atención a la pausa: la pausa entre dos pensamientos, al breve y
silencioso espacio entre las palabras de una conversación, entre las notas de un
piano o de una flauta, o al breve descanso entre la inspiración y la espiración.
Cuando prestas atención a esas pausas, la conciencia de «algo» se convierte
simplemente en conciencia. Surge de dentro de tí la dimensión informe de pura
conciencia y reemplaza la identificación con la forma.
Cuando miras un árbol o un ser humano desde la quietud, ¿quién está
mirando? Algo más profundo que la persona. La conciencia está mirando a su
creación.
Excelente entrada Fuerza Marina!
ResponderEliminarLa conciencia se mira a sí misma a través de nuestro ojos y se reconoce en la paz de lo natural, de lo verdadero y puro.
Por eso el Amor es lo que nos une a todos los seres, por es conciencia de ser en unidad, de ser lo único, sin más.
Maravillosa la oración del encabezado, un abrazo enorme junto a Pablo y Miguel y todos los sembradores del Amor verdadero. ¡Juntos siempre a los pies del Maestro Jesús, el dueño de la semilla y de los campos!