Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. (Jn 14,20)
Dios ES LA FUENTE DE LA QUE EMANAMOS
A lo largo de los siglos las religiones se suelen desviar una y otra vez de la visión originaria de sus fundadores. Comienzan a institucionalizarse. Con el fin de mantener su influencia, la religión tiene que desarrollar una ideología pretendidamente incontestable para poder imponer esa ideología. Sigue aferrada a sus doctrinas, independientemente de los cambios que se van dando en su entorno. Es algo que les ha sucedido a todas las religiones. Únicamente la mística, a pesar de todas las persecuciones, ha quedado libre de este fenómeno. De ahí que la mística sea el instrumento para la renovación interior de toda religión.
Los sabios hindúes exigen que los buscadores auténticos, en su aspiración a lo divino, vayan más allá de nombres y formas. También los místicos cristianos exigen que busquemos lo divino más allá de todo concepto. Los peldaños de la subida del monte los denomina Juan de la Cruz “nada”. No se experimenta lo divino en el comprender, sino en el desprendimiento de toda idea. Agustín advierte: “Si lo comprendes, no es Él (Dios), y si es Él, no lo comprendes”. Otros autores expresan la misma idea: La persona que busca a Dios solamente podrá abrirse al misterio incomprensible por “la oscuridad resplandeciente” (Dionisio Areopagita); por el vaciamiento, por “la oscuridad del alma” (Buenaventura); “Quien cree haber reconocido a Dios, reconociendo alguna cosa, ése no reconoce a Dios” (Eckhart).
Lo que denominamos Dios es lo que se realiza y toma forma desde un fondo inconcebible.
¡Conoce quién eres!
Los místicos cristianos utilizan un rico lenguaje figurado para describir esa experiencia de unidad. Soy “una chispa de Dios” (Maestro Eckhart), “una gota del océano divino” (Teresa de Ávila), “una llama del fuego divino” (Juan de la Cruz), “Dios se alumbra en mí” (Orígenes),
“Dios se hace fructífero en mí” (Agustín). Somos no-dos, una llama del fuego Dios, una ola del mar Dios, la vasija de lo divino.
Parece que este universo existe desde hace trece mil millones de años. Por supuesto, anteriormente también existía un universo, pero seguramente de una clase muy diferente, porque lo que llamamos Dios es atemporal. Atemporal no significa eternidad. El tiempo es creado por nuestra razón, nuestra estructura personal. El que sea capaz de descorrer la cortina de lo personal experimentará lo atemporal. Lo que verdaderamente somos es atemporal, no eterno. Se manifiesta en el tiempo (W.Jaguer)
Como estos maestros enseñaron, también nosotros como miembros de la OCArg, por medio de la O.C. procuramos experimentar ese fondo originario, ese hondón, centro, unión…
Paz y bien
Leo
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